lunes, 12 de abril de 2010

HACIA LA PERDIDA DEL PATRIOTISMO

No sin profunda nostalgia evoco aquellas épocas en las que existía un hondo y popular sentimiento patriótico, que se exaltaba con su máxima expresión los días de la patria: el 25 de Mayo, el 20 de Junio, el 9 de Julio y el 17 de Agosto, entre otros, sin olvidar la Semana de Mayo, el Día de la Escarapela y el del Himno Nacional.
También evoco cuando recitábamos de memoria, a modo de piadosa oración patriótica, el Preámbulo de la Constitución nacional y sus artículos 14 y 16.
Todas estas conmemoraciones, que como inmenso tesoro espiritual se incentivaban desde las escuelas primarias, desde los colegios secundarios o desde las aulas universitarias, convertían aquellos días en sagrados fastos que servían para acrecentar en nuestros juveniles espíritus un sano y puro nacionalismo así como un profundo patriotismo. Así vuelven a mi memoria el solemne tedeum que se cantaba en todos los templos de la patria los 25 de Mayo y 9 de Julio, las funciones de gala en el Teatro Colón y las fiestas populares en todos los pueblos y ciudades de la república. También recuerdo aquellos impresionantes desfiles militares y los actos cívicos en las plazas del país, pintadas con el blanco de los guardapolvos escolares, donde desde los más pequeños hasta los mayores recitaban encendidos poemas y elocuentes discursos en homenaje a la patria y a sus héroes, enmarcados con galanas banderas de ceremonias que con orgullo portaban y sostenían manos infantiles mientras resonaban los sagrados compases de nuestro Himno Nacional y se oía como eterno mensaje desde el fondo inmortal de la historia la proclama del general Manuel Belgrano cuando tomó juramento a la bandera nacional aquel 25 de mayo de 1812 y, arengando a las tropas en la Catedral de Jujuy, les dijo: "Soldados, dos años ha que por primera vez resonó en estas regiones el eco de libertad y él continúa propagándose hasta por las cavernas más recónditas de los Andes... El 25 de mayo será para siempre memorable en los anales de nuestra historia y vosotros tendréis motivos más de recordarlo, cuando en él por primera vez veáis la bandera nacional en mis manos que ya os distingue de las demás naciones del globo... Ea pues, soldados de la patria, no olvidéis jamás que nuestra obra es de Dios, que él nos ha concedido esta bandera, que nos manda que la sostengamos y que no hay una sola cosa que no nos empeñe a mantenerla con el honor y decoro que le corresponde...".
Hoy, lamentablemente, desde el gobierno se propicia -quiero pensar sin quererlo- la ignorancia y el olvido del homenaje popular y la obligada convocatoria en esas magnas fechas de la nacionalidad para convertirlas en "fines de semana largos", propiciando el turismo, mientras que en las escuelas se realizan pequeños actos recordatorios, al final de la jornada escolar y en días anteriores a las magnas fechas, cumplimentando un simple mandato del calendario escolar.
Y retorna la nostalgia al recordar que eran las escuelas las rectoras en los homenajes a la patria y sus héroes. El pueblo todo, con sus autoridades civiles, resultaba convocado para tan magnas celebraciones, con sus recordados "chocolates" del 25 de Mayo y del 9 de Julio, el homenaje a la bandera y a su creador don Manuel Belgrano, cuando los alumnos, en tocante ceremonia, cumplían con el mandato de la promesa de lealtad a la insignia bicolor, o cuando el 17 de Agosto las escuelas convocadas frente al ecuestre monumento del general don José de San Martín, con religioso respeto, oían sobrecogidas al granadero que tocaba a silencio a las tres de la tarde, hora en que entró en la inmortalidad.
Por aquellas épocas, las banderas nacionales engalanaban los edificios públicos, los comercios y las viviendas como genuino testimonio del sentimiento patriótico que animaba al pueblo, y no simplemente porque juega la selección nacional en algún campeonato de fútbol, al coincidir su camiseta con los colores nacionales.
¡Ay de los pueblos que olvidan sus heroicas gestas e ignoran a sus preclaros héroes y fundadores de la nacionalidad! Esos pueblos pierden inexorablemente el sentimiento de nación, careciendo de la fuerza impelente que se impone necesaria para lograr la grandeza moral con que se consolidan las repúblicas. De ahí nace la responsabilidad del gobierno -sea éste nacional, provincial o municipal- al desentenderse o abandonar la incentivación o la vigencia plena de los valores morales que conlleva el sentimiento patriótico, que se robustece con el siempre presente del heroico pasado que gestó nuestra nación. Se impone terminar con los fines de semana largos cuando estén en juego fechas patrias, para celebrar esos días con fervor patriótico. La escuela argentina, alma y centro de las comunidades donde se encuentra inmersa, debe retomar el irrenunciable protagonismo de convertirse en la gestora de todos los acontecimientos patrióticos. Es ésa la más sublime de todas sus misiones, porque con ella formará nuevas generaciones de ciudadanos más patriotas y, por ende, mejores argentinos. El gobierno tiene la palabra.

Viernes 10 de Julio de 2009

EVES O. TEJEDA
Especial para "Río Negro"
Abogado.
Fuente RIO NEGRO On line

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