lunes, 23 de junio de 2008

MANUEL BELGRANO, PRIMER PERIODISTA RIOPLATENSE


“...no hay máxima más cierta que publicar lo que hay de bueno para que todos se complazcan, y lo malo para que se empeñen en remediarlo...”
Manuel Belgrano

Cuando llega el Día del Periodista, fecha elegida en homenaje a la aparición de la Gazeta de Buenos Aires, periódico emblema de la libertad de prensa en nuestro territorio, muchas veces nos olvidamos de indagar sobre quien fue o a quien le corresponde el título de primer periodista rioplatense.

Si bien los distintos autores aún no se ponen de acuerdo, resulta menester elevar por encima de todos a un hombre que a menudo se lo relaciona con hechos trascendentes de la historia argentina, pero que no se lo vincula al nacimiento del periodismo. Nos referimos a Manuel Belgrano.

Si bien, un importante número de historiadores le erigen ese título al editor español de nuestro primer periódico impreso, Antonio Cabello y Mesa; y otros a Juan Hipólito Vieytes, quizás por ser el primer argentino que dirigió un periódico, una indagatoria exhaustiva nos lleva a sostener que fue Manuel Belgrano quien merece ese reconocimiento.

Usualmente, los diversos trabajos que abordan a Belgrano periodista, lo colocan como en excelente colaborador y no como el verdadero impulsor de la prensa rioplatense, aunque hay sido este ilustre de nuestra historia la persona más indicada para valorar la importancia de la prensa; formación que adquirió en Europa y que, a la luz de los diversos movimientos intelectuales y políticos de la época, le hicieron ver en su justa medida los beneficios del periodismo.

Ya en su cargo de la Secretaría del Real Consulado de Buenos Aires, Belgrano vio la necesidad imperiosa de favorecer un cambio en la mentalidad feudal de la colonia.

Y la primer oportunidad concreta que tuvo de poner en práctica la eficacia del mensaje escrito fue cuando desde España –año 1795- le requirieron al Real Consulado el envío mensual de noticias acerca del estado de la agricultura, artes y comercio del Virreynato para ser publicada en el Correo Mercantil del España y sus Indias, tarea que recayó en el joven Belgrano.

Pero a partir de este hecho la actividad de Belgrano no se circunscribía a recepcionar las noticias, sino que las reelaboraba periodísticamente, cumpliendo con su cometido ya que las noticias del Correo Mercantil que llegaban desde Buenos Aires no sufrían grandes correcciones.

Si bien debe destacarse esta primigenia forma de corresponsalía de un periódico español, su participación periodística continuó en el Telégrafo Mercantil, en el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio y de forma más directa en el Correo de Comercio.

Belgrano y sus distintas intervenciones en los periódicos coloniales

El Telégrafo Mercantil Rural, Político-Económico e Historiográfico del Río de La Plata, primer periódico impreso colonial, contó con el apoyo insustituible del secretario del Real Consulado, pues sabía de la importancia que cobraba un periódico en la región en que la circulación de libros por múltiples razones era bastante restringida. Por ello la diversa colaboración y el enriquecimiento de esas páginas con su pluma siempre dispuesta a ilustrar a los habitantes de la colonia.

Posteriormente y al separarse definitivamente el editor del Telégrafo de sus objetivos fundacionales, el Consulado le retiró su apoyo. A partir de allí el primer periodista trabajó de cara a la aparición de un órgano que sustituyera al anterior. Fue así que hizo su aparición en septiembre de 1802 el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio dirigido por Juan Vieytes, amigo y partidario de las ideas progresistas que tenía el propio Belgrano.

Belgrano ya había detectado hacía tiempo la importancia de la prensa periódica como herramienta para influir en la gente y permitir el desarrollo de capacidades entonces aletargadas en los hombres del Río de la Plata, y estaba dispuesto a luchar por ello.

Pero la mejor ocasión que tuvo Belgrano para continuar con sus ideales periodísticos fue cuando el Virrey Cisneros le encomendó la publicación el Correo de Comercio (1810-1811).

Belgrano confiaba y apostaba a la importancia de las hojas impresas. Sin embargo, pensaba que se las debía resguardar de los innumerables peligros a que estaban expuestas, sobre todo en momentos en que había que construir los cimientos de la nueva patria. Fue por ello que trató de inculcar en la población las ventajas de poder escribir sin restricciones, excepto acerca del dogma religiosos, de las injurias y de la obscenidad.

En este sentido resulta muy ilustrativo recordar los conceptos por él vertidos en el artículo “La libertad de prensa es la principal base de la ilustración pública”. Ahí marca textualmente: “La Libertad de prensa no es otra cosa que una facultad de escribir y publicar lo que cada ciudadano piensa y puede decir con la lengua. Es tan justa dicha facultad, como lo es la de pensar y de hablar, y es tan injusto oprimirla, como lo sería el tener atados los entendimientos, las lenguas, las manos, o los pies a todos los ciudadanos”.

Asimismo, continuaba mostrando un norte claro cuando aseguraba que si la libertad de prensa imperaba no habría gobiernos despóticos, pero sí buena instrucción pública, mejor gobierno de la nación y libertad civil.

Al referirse a las ventajas que la libertad de prensa acarrearía para los gobiernos decía que “...los que mandan y mandaren, no sólo procurarán mandar bien, sino que aspirarán a la perfección en lo posible, sabiendo que cualquiera tiene facultad de hablar y de escribir”.

Belgrano era perfectamente claro y tajante cuando hablaba de las desventajas de cualquier tipo de recorte de la libre opinión, cuando opinaba “...quitarnos las utilidades de la pluma y de la prensa porque de ellas se puede abusar, es una contradicción notoria y un abuso imperdonable de la autoridad, y es querer mantener a la nación en la ignorancia, origen de todos los males que sufrimos...”

Sin duda alguna, y contra lo que puedan pensar aquellos que aún hoy se resisten a reconocer la importancia de Belgrano en el periodismo argentino, resulta indiscutible que quien fue capaz de escribir un artículo de estas características, a pocos días de haberse producido la Revolución de Mayo, necesariamente debía poseer además de un acendrado patriotismo, un conocimiento cabal del cuarto poder, Por otro lado, este artículo constituye sin duda, el primer alegato a favor de la libertad de expresión.

Tampoco debemos dejar de señalar que la vocación y el accionar periodístico de Belgrano no culminó con su desempeño en el último periódico virreynal, sino que por el contrario, siempre consideró cualquier ocasión propicia para divulgar los pensamientos progresistas a sus compatriotas. Tal vez, la circunstancia más atípica haya sido cuando decidiera editar el Diario Militar del Ejército Auxiliador del Perú, en el momento que se desempeñaba como general en el frente de batalla (1818). El mismo correría de mano en mano entre sus soldados y su intención era que la tropa a la vez que se informara, aprendiera a leer.

Belgrano entendió desde el comienzo de su carrera en la función pública que debía asumir la responsabilidad de un paciente sembrador. En caso contrario, dada la mentalidad imperante en la colonia, sus ideas no tendrían buena acogida. Tampoco desconocía que su siembra debía reforzarse aún más, por ello no dudó en recurrir a la prensa.

Por último, resulta inobjetable que la tarea de Belgrano como periodista brilló pletórica de pensamientos e ideas nuevas. Además, debe destacarse que dicha labor fue improba y abnegada. Improba porque Belgrano durante muchos años tuvo que dedicarse paralelamente a la función pública y al periodismo. Abnegada porque postergó lo estrictamente personal en pos del bien común. No obstante ello, descontamos que obtuvo réditos espirituales. En lo específicamente periodístico nos ha dejado un legado ético ineludible que es, aún hoy, un desafío para todo periodista íntegro.
Por Hernán Rossi
Fuente Gualeguaychu Social

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