viernes, 4 de septiembre de 2009

MI GENERALA DE LA MERCED

Fue el general Belgrano, después de la batalla de Tucumán de 1812 que, reconocido por su protección, le entrega su bastón de mando y la nombra generala del Ejército de la Patria.

María santísima, en su gran misericordia, quiso fundar ella misma (en España) una orden religioso-militar, con el fin d e socorrer a los cristianos que se hallaban bajo el yugo sarraceno. Con ese motivo se apareció a san Pedro Nolasco, a san Raimundo de Peñafort y al rey Jaime I, para que llevasen a cabo dicha obra. El 10 de agosto de 1218, Jaime “el Conquistador”, decretó la fundación de la real Orden de la Merced, concediendo llevasen sus miembros como insignia el escudo real de Cataluña. La obra de los mercedarios, en aquellos siglos de reconquista, fue realmente heroica y fecunda y aportó a la Iglesia católica innumerables mártires y santos (como san Pedro Armengol, san Serapio, san Ramón no-nato, etc.).
El título de “La Merced” tiene verdadero origen en Barcelona, porque bajo el patrocinio de la santísima Virgen, ella tiene “la merced” de dar la redención a los cautivos. Con el descubrimiento de América, dicha advocación se extiende por todo el continente y la Virgen de la Merced es proclamada patrona de pueblos y naciones, generala y mariscala de sus ejércitos.

La Generala de Belgrano

Con el mes de septiembre, llegan no sólo la primavera y el renacer de la vida en la Naturaleza, sino también parece revivir el espíritu de argentinidad al recuerdo de los hechos del pasado. Porque con septiembre llega el rememorar la batalla de aquel día 24 de 1812 en que, providencialmente, la ciudad de Tucumán renace de la postración y se convierte en sepulcro de la dominación=2 0española, salvando así la independencia argentina. Septiembre, en fin, nos recuerda lo que nunca debiéramos olvidar, expresado por el tucumano Manuel Lizondo Borda cuando escribía: “los años pasan, las generaciones se suceden y lo que unos sabían, otros ignoran o ya no saben bien. Es pues necesario, de tiempo en tiempo, volver a contar desde el principio, los hechos del pasado. Por eso nosotros vamos a recontar ahora, lo que contamos una vez: la gloriosa acción tucumana del 24 de septiembre de 1812”.
Obtenida la victoria, tras dos días de expectativas y dudas, Belgrano hace pública demostración de fe nada menos que en un documento oficial de guerra, como fue el parte de batalla del día 26: “La Patria puede gloriarse de la completa victoria que han obtenido las armas el 24 del corriente, día de nuestra Señora de las Mercedes, bajo cuya protección nos pusimos”
No fue entusiasmo del momento de este hombre del Derecho (abogado) que debió convertirse en militar, con sus errores y aciertos: fue sincero reconocimiento que mantuvo por el resto de su vida. Un mes exacto después Belgrano reconocía solemnemente a quien le había dado la victoria y, en el campo de batalla (caliente aún con la sangre que lo había enrojecido) proclamó a la santísima Virgen María (bajo el título de la Merced) como generala del Ejército, y colocó en sus benditas manos su bastón de mando, como tan magnA Dficamente lo relata el general Paz, quien vivió aquellos momentos de gloria y dejó documentado tan trascendental suceso que no figura en el protocolo de ningún escribano público, pero que fue rubricado por todo un pueblo profundamente conmovido y solidarizado con los hechos que había vivido.

Informe histórico

“No todos los antiguos generales de nuestro Ejército tienen tan buenos comprobantes de su generalato como los que puede exhibir «la Generala de Belgrano»”, afirmaba en 1937 Euxodio de J. Palacio en un bien documentado estudio sobre el tema.
Para quien dude de este aserto y para confirmarnos en este hecho histórico tan singular recorramos, tras el parte de batalla inicial, cada una de las proclamas de Belgrano a los pueblos del Perú, a los habitantes del Tucumán y a su Ejército entre 1812 y 1818; y las de Arenales, Rondeau y Güemes entre 1813 y 1816. El nombre de “generala” está a flor de labios de todos ellos, como una necesidad del espíritu en la lucha diaria por la consecución de una libertad que el corazón cristiano de los jefes pareciera querer arrancar de la “rendentora de cautivos”.
Si repasamos las comunicaciones de Belgrano al gobierno, quedamos admirados al leer las indicaciones que le daba: “vista V.E. a las tropas el escapulario de esta Señora; mande que recen con devoción el Rosario y que los capellanes le expliquen, después de él, la doctrina cristiana, siquiera un cuarto de hora”, escribía en 1813.
Podríamos citar, además, las diversas comunicaciones dirigidas a Belgrano por sus colaboradores más inmediatos, entre ellos Díaz Vélez (en su entrada a Potosí), cuya frase “la generala en andas” fue para designar a la Virgen de la Merced en los festejos que se le hicieron con motivo de su recibimiento triunfante en dicha ciudad en 1813; los homenajes de los gobiernos y cabildos de
Tucumán, Santiago del Estero, Santa Fe, Corrientes y Salta, y otras ciudades como Mendoza y hasta Santiago de Chile. Su fiesta fue señalada como “de precepto” por algunos cabildos como los de Tucumán y Santiago y nombrada por el primero como patrona menos principal de su ciudad y jurisdicción.

La bella imagen de la Virgen Generala

La imagen “grande” que ilustra esta nota, y que la tradición y documentos señalan como aquélla a la que Belgrano entregó su bastón de mando, fue posteriormente traída a Buenos Aires (a raíz de no haber obtenido la coronación pontificia) y desde 1913 se la venera en un hermoso camarín-museo en la basílica de nuestra Señora de los Buenos Aires (avenida Gaona y Espinosa de la Capital Federal).
El hecho del generalato de la Virgen de la Merced, cuyo fajín ostenta cruzado al pecho en la imagen principal que ilustra esta nota, ganado en buena lid el 24 de septiembre de 1812. Por ello es que el gobierno nacional argentino no hizo otra cosa que reconocer oficialmente en 1943, y ratificar por decreto supremo, lo que una vez hiciera en los hechos el general Manuel Belgrano.

Francisco Roberto Groves


Oración a la Virgen Generala

¡Oh Dios!, que por mediación de la gloriosísima Madre de tu Hijo, te dignaste aumentar tu Iglesia con una nueva orden para librar a los fieles cristianos del poder de los paganos: te rogamos, por los méritos e intercesión de la Virgen generala (que devotamente también veneramos como fundadora de tan grande obra) nos concedas librarnos de todo pecado y de la cautividad del demonio. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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